Ha llegado el momento para que Armenia, ungida con la sangre de sus vástagos, demande reparaciones por el sufrimiento y la desgracia que ha sufrido a lo largo de su historia y se convierta en el amo de su propio destino. Nikoghayos Adonts, 1919 Historiador armenio(1871-1942)
Casi un siglo después de que estas palabras se publicaran en un epígrafe, el barco de la suerte del pueblo armenio aún no ha llegado al puerto de las reparaciones. A costa de nuestros esfuerzos colectivos durante siglos de sacrificio y décadas de lucha, el barco de nuestro destino se acercó al borde de las reparaciones por un corto tiempo hace noventa años, al parecer, sólo por un momento el refugio de las reparaciones estaba a nuestro alcance. Pero los vientos políticos de repente cambiaron de dirección en el último segundo y nos lanzaron hacia el abismo de la conspiración kemalista-bolchevique.
A día de hoy, el barco de nuestro destino está siendo zarandeado en el tempestuoso océano de la política. Es un océano con innumerables arrecifes visibles y ocultos, un mar lleno de piratas, un mar donde nuestro barco está vagando sin rumbo, porque el capitán, en vez de navegar hacia un asilo bendito, está tratando de llegar a un acuerdo con los piratas para dar legitimidad a su botín: un acto absolutamente equivocado y corto de miras.
Hay épocas en la vida de los pueblos, en las que se decide todo el
futuro de la gente. En este momento los armenios nos encontramos en una etapa así. Los desafortunados protocolos entre Armenia y Turquía han trastornado la vida social y política de todos los armenios, han agudizado la memoria de despojo nacional y han consolidado el deseo de formar una oposición nacional en contra de ellos. Hoy día, estamos en un momento decisivo, ya que los protocolos son simplemente inaceptables. Son inaceptables para los intereses supremos y duraderos de nuestro pueblo. El pasado de un pueblo, la seguridad de una nación, y el futuro de un Estado no deben ser sacrificados en aras de los intereses temporales de algunas facciones.
Hace noventa años, el 22 de noviembre de 1920, el Presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson declaró su laudo arbitral. El laudo arbitral de Wilson es el evangelio de nuestros derechos, la base de nuestras demandas, y la única manera de crear un futuro próspero y seguro para la República de Armenia.
Permítanme señalar brevemente sólo algunas cláusulas principales de ese documento tan importante.
Dado que el laudo arbitral se declaró sobre la base del compromiso de las Potencias Aliadas en San Remo el 26 de abril de 1920, así como en el Tratado de Sèvres (del 10 de agosto de 1920), está vigente desde el momento de la firma, es decir, desde el 22 de noviembre de 1920. Por lo tanto, este arbitraje es una decisión vinculante, inviolable y perpetua para todas las potencias aliadas de la Primera Guerra Mundial (que comprenden más de un centenar de países hoy en día) y para todos los Estados miembros del Tratado de Sèvres (actualmente más de veinte países). También es obligatoria, inviolable y perpetua para EE.UU ya que el laudo arbitral tiene el Gran Sello de Estados Unidos, firmado por el presidente de EE.UU. y por el Secretario de Estado.
De conformidad con la Directiva previa, el laudo arbitral de Wilson es vinculante para los países vencidos de la Primera Guerra Mundial también. De acuerdo con los principios básicos del derecho internacional, que están codificadas en los documentos de las Convenciones de La Haya de 1899 y 1907, la realización del laudo arbitral es la obligación no negociable y el deber imperativo de las partes de ese documento, es decir, de todos los países firmantes del compromiso.
Cada 22 de noviembre, nuestra obligación nacional es recordar y demandar a la comunidad internacional para que asuma la responsabilidad de su obligación que se deriva del derecho internacional, y hacerlo no como un favor, sino como una obligación internacional olvidada, en parte negada, pero sin embargo irrefutable e inviolable.
Sólo han sido unas décadas desde que el 24 de abril está marcado como una fecha importante en el calendario armenio, un día que muestra tal vez la mayor manifestación de la voluntad política unida de los armenios. Ese día fue inicialmente un día de réquiem, un recuerdo sagrado para el pueblo armenio, pero luego, gradualmente creció hasta convertirse en un día de conmemoración y de exigencia para el reconocimiento y condena del Genocidio Armenio. En cualquier caso, es un día de pérdida, o, como mucho, un día de reconocimiento de la desposesión.
Como nación, sin embargo, y como una comunidad en la búsqueda de la justicia, necesitamos un día de victoria y la reparación, de la realización de la justicia y el establecimiento de nuestros derechos.
Tenemos un día: el 22 de noviembre, que sostiene el fuego inextinguible del triunfo, el día en que se firmó el laudo arbitral del presidente Wilson y decidió la frontera entre Armenia y Turquía.
Según el laudo arbitral, en las fronteras de la República de Armenia tiene que estar una parte de nuestra patria histórica, la parte norte-occidental. Ese día, una decisión se hizo sobre la base del derecho internacional y entró en vigor una ley legalmente inviolable y perpetua desde el punto de vista jurídico.
El 22 de Noviembre debe convertirse en el día de la restauración de la justicia violada, las demandas nacionales, y del restablecimiento de los derechos que nos han sido usurpados. En una palabra, Día del "Hayrenatirutyún"
Hago un llamamiento a todos para celebrar el 22 de noviembre de cada año con manifestaciones, marchas, piquetes, conferencias, publicaciones, discursos, ya que sólo a través de la idea de "Hayrenatirutyún", seremos capaces de construir la Armenia del futuro.
Casi un siglo después de que estas palabras se publicaran en un epígrafe, el barco de la suerte del pueblo armenio aún no ha llegado al puerto de las reparaciones. A costa de nuestros esfuerzos colectivos durante siglos de sacrificio y décadas de lucha, el barco de nuestro destino se acercó al borde de las reparaciones por un corto tiempo hace noventa años, al parecer, sólo por un momento el refugio de las reparaciones estaba a nuestro alcance. Pero los vientos políticos de repente cambiaron de dirección en el último segundo y nos lanzaron hacia el abismo de la conspiración kemalista-bolchevique.
A día de hoy, el barco de nuestro destino está siendo zarandeado en el tempestuoso océano de la política. Es un océano con innumerables arrecifes visibles y ocultos, un mar lleno de piratas, un mar donde nuestro barco está vagando sin rumbo, porque el capitán, en vez de navegar hacia un asilo bendito, está tratando de llegar a un acuerdo con los piratas para dar legitimidad a su botín: un acto absolutamente equivocado y corto de miras.
Hay épocas en la vida de los pueblos, en las que se decide todo el
futuro de la gente. En este momento los armenios nos encontramos en una etapa así. Los desafortunados protocolos entre Armenia y Turquía han trastornado la vida social y política de todos los armenios, han agudizado la memoria de despojo nacional y han consolidado el deseo de formar una oposición nacional en contra de ellos. Hoy día, estamos en un momento decisivo, ya que los protocolos son simplemente inaceptables. Son inaceptables para los intereses supremos y duraderos de nuestro pueblo. El pasado de un pueblo, la seguridad de una nación, y el futuro de un Estado no deben ser sacrificados en aras de los intereses temporales de algunas facciones.
Hace noventa años, el 22 de noviembre de 1920, el Presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson declaró su laudo arbitral. El laudo arbitral de Wilson es el evangelio de nuestros derechos, la base de nuestras demandas, y la única manera de crear un futuro próspero y seguro para la República de Armenia.
Permítanme señalar brevemente sólo algunas cláusulas principales de ese documento tan importante.
Dado que el laudo arbitral se declaró sobre la base del compromiso de las Potencias Aliadas en San Remo el 26 de abril de 1920, así como en el Tratado de Sèvres (del 10 de agosto de 1920), está vigente desde el momento de la firma, es decir, desde el 22 de noviembre de 1920. Por lo tanto, este arbitraje es una decisión vinculante, inviolable y perpetua para todas las potencias aliadas de la Primera Guerra Mundial (que comprenden más de un centenar de países hoy en día) y para todos los Estados miembros del Tratado de Sèvres (actualmente más de veinte países). También es obligatoria, inviolable y perpetua para EE.UU ya que el laudo arbitral tiene el Gran Sello de Estados Unidos, firmado por el presidente de EE.UU. y por el Secretario de Estado.
De conformidad con la Directiva previa, el laudo arbitral de Wilson es vinculante para los países vencidos de la Primera Guerra Mundial también. De acuerdo con los principios básicos del derecho internacional, que están codificadas en los documentos de las Convenciones de La Haya de 1899 y 1907, la realización del laudo arbitral es la obligación no negociable y el deber imperativo de las partes de ese documento, es decir, de todos los países firmantes del compromiso.
Cada 22 de noviembre, nuestra obligación nacional es recordar y demandar a la comunidad internacional para que asuma la responsabilidad de su obligación que se deriva del derecho internacional, y hacerlo no como un favor, sino como una obligación internacional olvidada, en parte negada, pero sin embargo irrefutable e inviolable.
Sólo han sido unas décadas desde que el 24 de abril está marcado como una fecha importante en el calendario armenio, un día que muestra tal vez la mayor manifestación de la voluntad política unida de los armenios. Ese día fue inicialmente un día de réquiem, un recuerdo sagrado para el pueblo armenio, pero luego, gradualmente creció hasta convertirse en un día de conmemoración y de exigencia para el reconocimiento y condena del Genocidio Armenio. En cualquier caso, es un día de pérdida, o, como mucho, un día de reconocimiento de la desposesión.
Como nación, sin embargo, y como una comunidad en la búsqueda de la justicia, necesitamos un día de victoria y la reparación, de la realización de la justicia y el establecimiento de nuestros derechos.
Tenemos un día: el 22 de noviembre, que sostiene el fuego inextinguible del triunfo, el día en que se firmó el laudo arbitral del presidente Wilson y decidió la frontera entre Armenia y Turquía.
Según el laudo arbitral, en las fronteras de la República de Armenia tiene que estar una parte de nuestra patria histórica, la parte norte-occidental. Ese día, una decisión se hizo sobre la base del derecho internacional y entró en vigor una ley legalmente inviolable y perpetua desde el punto de vista jurídico.
El 22 de Noviembre debe convertirse en el día de la restauración de la justicia violada, las demandas nacionales, y del restablecimiento de los derechos que nos han sido usurpados. En una palabra, Día del "Hayrenatirutyún"
Hago un llamamiento a todos para celebrar el 22 de noviembre de cada año con manifestaciones, marchas, piquetes, conferencias, publicaciones, discursos, ya que sólo a través de la idea de "Hayrenatirutyún", seremos capaces de construir la Armenia del futuro.
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