7 sept 2010

NUESTROS DERECHOS NO NOS PUEDEN SER OTORGADOS EN FORMA DE REGALO



Para entender correctamente una decisión, es necesario tener en cuenta una serie de factores. Uno de los factores más importantes es el motivo que se esconde detrás de dicha decisión. Cuando analizamos la decisión de las autoridades turcas de celebrar una misa en la iglesia armenia de la Santa Cruz en la isla de Aghtamar y toda la expectación que ha provocado, todo se vuelve muy claro. Es absolutamente evidente que la misa no tiene nada que ver con la glorificación de Dios. Es un evento ilusorio organizado por los servicios secretos de Turquía, con el único fin, en términos sutiles de la ciencia política, de conseguir la proyección de una imágen positiva hacia la comunidad internacional.

Los turcos hacen bien, engañan al mundo una vez más. Esa es su naturaleza, y su prerrogativa. No entiendo, sin embargo, la participación exultante de los armenios en este juego. ¡Así, el mundo sabrá que en la isla de Aghtamar existe una iglesia armenia! En primer lugar, aquellos que necesitan conocer esta evidencia son muy conscientes de ello. Y, aquellos que no desean saber, no lo hacen. Les puedo asegurar, en todo caso, que este no será el principal mensaje de los medios de comunicación del mundo ese día. El tema central de las noticias van a ser los aplausos por la tolerancia de los turcos.
No permitan que los turcos nos humillen una vez más. Para nosotros, la humillación de los protocolos firmados en Zúrich es suficiente para algunas décadas. ¿Por qué quieren echar sal sobre nuestras heridas?

La opinión de  "No tenemos mucha gente allí, ¿qué vamos a hacer con las iglesias? Una misa al año es suficiente " es completamente inaceptable. Que primero respondan a la pregunta: ¿qué pasó con los armenios que construyeron esas iglesias? Además, el problema no es la celebración de la misa en sí, sino el derecho, el derecho mismo a celebrar la misa. Tal vez los armenios celebremos misas en las iglesias una vez cada cinco años, o quizá diez; sin tener en cuenta, que tenemos derecho a celebrar misas en todas esas iglesias las veces que queramos. Los turcos nos están otorgando nuestros propios derechos en forma de regalo, y nosotros nos alegramos por ello. Somos como un niño pequeño, cuya familia ha sido asesinada,sus bienes han sido robados y después, le lanzan un juguete nuevo y se vuelve loco de alegría por ello. En 1912, según las autoridades turcas, había más de dos mil iglesias armenias en funcionamiento en todo el territorio del Imperio Otomano. Permítanme subrayar que había dos mil iglesias y monasterios armenios funcionando en el Imperio. Han sido ocupadas ilegalmente por la República de Turquía. Primero deben devolver y compensar al legítimo propietario, la Iglesia, es decir, la comunidad, o sea que pertenece a todos nosotros.

Y luego, que cumplan fielmente las obligaciones internacionales que ha asumido la República de Turquía. Las bases de las relaciones con el movimiento kemalista de Turquía se basan en ciertas condiciones previas, que han sido codificadas por el Tratado de Lausana (24 de julio de 1923). En la segunda cláusula del artículo 38 del Tratado de Lausana dice, "Todos los habitantes de Turquía tendrán derecho al libre ejercicio, ya sea en público o privado, de cualquier credo, religión o creencia". Y el artículo 40 prevé que dichos ciudadanos deben establecer, gestionar y controlar sus instituciones religiosas.

Es más, la cláusula tercera del artículo 42 dice, "El Gobierno turco debe conceder plena protección a las iglesias, sinagogas, cementerios y otros establecimientos religiosos de las minorías mencionadas". Naturalmente, la "plena protección" no sólo implica la no destrucción de iglesias y de las tierras, sino también su conservación y renovación.

En consecuencia, la restauración parcial de la iglesia de la Santa Cruz y el derecho a celebrar misa allí una vez al año no es "una expresión de buena voluntad", sino el cumplimiento muy impropio y tardío por parte de Turquía de una obligación internacional emitida en una ley fundamental , con las perspectivas de explotación política determinada. Y por ello, dar márgen a tal explotación no entra dentro de nuestros intereses en lo más mínimo.